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Pere Estupinyà en Quito y sus dos vocaciones juntas

 

Por: Jorge Andrés Bayas

 

      Pere Estupinyà es un caso particular en la historia del periodismo científico. Se formó en la ciencia. De hecho, estudió química y bioquímica, y, más tarde, cursó un doctorado en genética. Abandonó este último para consagrarse a la difusión del conocimiento científico.  Fue, entre otras cosas, Knight Science Journalism Fellow en el MIT (Massachusetts Institute of Technology) y editor del programa Redes de TVE. También ha sido consultor científico en varias organizaciones internacionales. Esta amplia trayectoria, abundante en experiencias y aprendizajes, sumada a sus grandes conocimientos científicos derivados de su primera formación, le permitió escribir El Ladrón de Cerebros. El libro, cuya publicación ocurrió en el año 2010, se caracterizó por tratar temas aparentemente lejanos al hombre común con una gran sencillez de lenguaje y con ejemplos y representaciones que acercaban los temas a la cotidianidad, tornándolos vivenciales.

 

     Este 2 de marzo de 2015 Pere Estupinyà estuvo en Quito y dictó una charla en el Salón Azul de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ). Su llegada coincidió con una serie de grabaciones que se encontraba haciendo en nuestro país. Hacía pocos días el científico y periodista español había ascendido al Antisana, un volcán situado entre las provincias de Napo y Pichincha. No solo venía a hablar de su reciente experiencia, sino a compartir el gusto por la ciencia con los oyentes de la charla.

 

Una personalidad científica

 

    “Hacemos todo por la curiosidad. Despertamos curiosidad por el asombro. Les decimos algo que no saben. Por ejemplo, cuando hablas de una cantera no dices: el volcán es una montaña de material. No, empiezas con la imagen de ti, pequeñino frente a la cantera”, afirma, mientras da pequeños pasos con el micrófono por el centro del Salón Azul. Alrededor de él, las sillas se encuentran colocadas en círculo, y los estudiantes y periodistas escuchan atentamente sus palabras. En su alargada figura de más de un metro ochenta se puede percibir emoción.

 

     Precisamente, en las palabras que acaba de pronunciar se encuentra gran parte de su credo profesional: acercar a las personas a la ciencia a través de hechos tangibles e imágenes ricas.

 

     Una cascada de recuerdos y anécdotas fluye a través de su voz jovial. Su ascenso al Antisana queda tocado también por esa cualidad suya: “Es importante el lenguaje no verbal, cuando la gente ve tu cara y contagias. El otro día estuve en el Antisana, al borde de los glaciares, con un pie derecho ahí y con pie izquierdo en tierra firme. Y me dijeron que hace 20 años esa frontera estaba 300 metros más allá, y sentí un enfado. Tú tienes que transmitir ese enfado”.

 

    En El ladrón de cerebros es posible encontrar decenas de anécdotas similares. El sustento científico es clave, claro está. Para ello, Pere visita, antes de zambullirse en los temas que trata, a varios científicos especializados. Entonces, vive la experiencia directamente, recolecta información, y, ya en el papel, se dispone a redactar un texto sencillo que enganche con facilidad a sus lectores. El propio título del libro es fruto de ese quehacer. “Empecé a pensar y se me ocurrió algo del Robin Hood de la ciencia, pues aquel es alguien que roba a los ricos y reparte a los pobres… Y lo que yo estaba haciendo era robar conocimiento de los que sabían mucho y dárselo a los que sabían menos; yo soy un ladrón de cerebros”, señala. El título es, además, importante porque le permitió asumir una personalidad en los medios. Esta personalidad le llevó a diferenciarse de otras personas con una labor similar le abrió el camino a una audiencia amplia y fiel.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Inicios y aprendizaje

 

     A diferencia de otros periodistas que optan por iniciar sus proyectos en un medio pequeño, Pere lo hizo en un medio más bien grande como El País. “Si tú escribes en una revista especializada, te van a leer las personas que están ahí, a las que les interesa. Yo, por ejemplo, cuando estaba en MIT, pensé en hacer un blog. Luego me pregunté: ¿Y quién va a leer mi blog? ¿Los 4 frikis como yo, que nos gusta la ciencia? Entonces me dije que debía sacrificar mi personalidad y poner un blog en El País”, cuenta, entre risas. La popularidad de su blog creció pronto y el espacio pasó a ser, contrario a lo que se creería, de los más leídos.

 

    Publicar en un medio grande no fue un límite para el periodista y científico español. Al contrario, la flexibilidad del blog le permitió encontrar, poco a poco, una forma adecuada de escritura. “No hace falta un editor que te corrija, que te revise el título. A mí me cansan los editores que te quitan la creatividad. Y puedes escribir de la manera que te da la gana. Escribir en El País tuvo dos ventajas: que te dio a conocer y no tener un editor, escribir como quieras, tener como un laboratorio de pruebas”, indica. No obstante, no olvida mencionar que en los tiempos actuales el blog ha pasado a ser un medio de comunicación muy extendido, perdiendo la capacidad de diferenciar al propietario de los miles que abundan en la red.

 

Claves del periodísmo científico

 

    Las preguntas de los estudiantes y periodistas se suceden una a otra, y Pere las contesta con desenvoltura. En medio de ellas se transparenta, acomodada entre su voluntad de periodista y divulgador, la pasión primordial y primaria de la ciencia, cuyo método, basado en las hipótesis que necesariamente deben ser puestas a prueba, Pere destaca y elogia. Su vista a un museo del creacionismo denota su personalidad sistemática y científica. “Te muestran unos dientes de tiburón y te dicen que eran vegetarianos, no comían peces porque no había muerte antes del pecado original. Los isótopos de zirconio y uranio hacen que todo date de millones de años. En la Biblia te dicen 6000. Todo el mundo te mete que algo domina el cielo. No había experimentación. La clave de la ciencia es poner a prueba las hipótesis. Hay que dejar manifiesta la diferencia entre fe y ciencia”, indica, con cierto fastidio y firmeza. Pese a ello, Peré no se olvida de resaltar el valor crítico que cumple el periodista, el cual llega, en algunas oportunidades, a ejercerlo con respecto a la propia ciencia. “El periodista tiene una visión más crítica de la ciencia. Busca otras fuentes. El periodista tiene, sin embargo, que aprender mucha ciencia”, asegura, recordando de esta manera que para quien se dedique al periodismo científico es una misión obligada la práctica del estudio y el aprendizaje constantes. También afirma que lo último garantizará, asimismo, que el periodista tenga un mejor desempeño en entrevistas y una mayor aceptación de la comunidad científica.

 

    Otro ámbito del trabajo de Pere Estupinyà es la televisión. No en vano filmó, hace algunos años, el programa Redes, en TVE. Actualmente se encuentra sumergido el proyecto de llevar El ladrón de cerebros a la pantalla. Cree que la televisión brinda posibilidades que el texto no cumple. Ambos medios, eso sí, deben explorar buenos recursos para brindar un atractivo a sus consumidores. “La divulgación científica es como bistec con patatas. O sea, cuando vas al restaurante vas por el bistec, pero la guarnición te gusta. La ciencia sería el bistec y las imágenes, los planos, la música serían la guarnición. Si te pusiera solo el bistec es aburrido. En divulgación la guarnición es casi tan importante como lo que explicas”, explica. Esta curiosa analogía no hace sino reafirmar que para el científico y periodista español lo que se cuenta es tan importante como la forma en que se lo hace.

 

    La charla entra la etapa final y las preguntas ya no solo tocan la trayectoria de Peré y su experiencia, sino que se direccionan hacia los propios temas científicos, algunos de los cuales ya han sido tratados en los libros. Entre ellos están la relación entre sexo y amor y el propio sexo tántrico. La felicidad se dibuja en su cara barbuda al hablar de estos temas: los domina a la perfección y puede hablar de ellos haciendo gala de una claridad de exposición envidiable. Los reviste de anécdotas y bromas, diluyendo los difíciles términos científicos, que, en medio de las explicaciones, se vuelven cercanos.

 

    Sin duda, una vida dedicada al periodismo científico, a la divulgación, han forjado esa extraña elocuencia escrita y oral, pero cuando una estudiante lo pone a elegir entre sus dos pasiones escoge sin chistar: “Yo podría dejar el periodismo científico y hacer algo científico solo. Pero no podría dejar el periodismo científico y hacer algo de corte periodístico solo. Lo mejor es, para  mí, la ciencia, sin duda”, afirma poco antes de que la charla concluya, y comiencen las ineludibles entrevistas breves y fotografías posteriores. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Ladrón de Cerebros, ¿en Ecuador?

Por: Juan Ricaurte

 

 

¿Por qué el título "El Ladrón de Cerebros"?

 

         "Como periodistas debemos llamar la atención, por eso busco temas entretenidos. Al querer escribir mi libro sobre estos temas pensé nombres como "Las Maravillas de la Ciencia" o "La Aventura Científica", pero me di cuenta que la palabra "ciencia" a veces asusta. (...) Al querer transmitir el conocimiento de pocos al público me sentí algo así como el Robin Hood de la ciencia, porque a la final lo que hacía era robar conocimiento para dárselos a otros. He ahí el por qué de "ladrón" y de "cerebros" por hacer alusión al conocimiento de los demás."

 

Sabemos que te encuentras en Ecuador para producir un programa con el mismo nombre que tu libro, cuéntanos más sobre esta iniciativa.

 

         "La idea surgió de crear un personaje apasionado que busque información científica de expertos y lo transmita al público. Propuse esta idea en Televisión Española pero sabiendo ustedes la situación económica de mi país no hubo financiación. Al moverme mucho por Latino América, traje la propuesta a Ecuador. Esto por el motivo de toda la inversión por parte del Gobierno para la investigación científica, como Yachay. Al mismo tiempo me comentaron que por el momento no existía un programa en este país que tratara sobre difusión de la ciencia, y entonces llegamos a firmar un contrato de una serie de 13 capítulos con Televisión pública de Ecuador."

 

¿Crees que en Ecuador existe un espacio para esta temática científica en la televisión ecuatoriana?

 

         "Para realizar este programa contamos con un equipo conformado por mi como jefe de guión y director, una guionista, tres cámaras, dos ayudantes de cámaras, un realizador, dos productores, es decir, hay más producción audiovisual que de contenido. Esto qué quiere decir, que ese programa va a ser estéticamente super bonito. Cuando vamos al Quilotoa hablamos 20 minutos con los científicos y el resto del tiempo nos dedicamos a hacer planos. Tomemos en cuenta que la divulgación de la ciencia es como un bistec con patatas. El bistec es la información, lo principal, pero sin la guarnición, lo audiovisual, no es entretenido. La idea es que el programa sea entretenido para todos, por lo tanto creo que sí.

 

 ¿A qué público va dirigido tu futuro programa?

 

         "Eso no lo decido yo, lo decide la franja horaria en la que será transmitido. Siempre intento escribir o hacer programas no solo para los interesados en ciencia, sino para el público. Soy de la idea de llevar la ciencia donde se encuentra la gente, no esperar que la gente vaya a la ciencia. Es decir, que me gusta escribir en medios generalistas como El País. Ahí si escribes algo bonito y te ponen en portada, la gente te va a leer. Por otro lado, si te ponen en una revista de  periodismo especializdo, solo te leerán quienes se encuentren interesados o interesadas en el tema.

 

Me parece una excelente iniciativa. Para finalizar quisiera preguntarte ¿cómo debe despertar la gente su curiosidad por la ciencia?

 

         "Esa respuesta te la responderé con el título de otro de mis libros, "rascar donde no pica." Normalmente, cuando uno se rasca es porque tiene algún tipo de comezón. Nunca se me hubiese ocurrido rascarme de manera voluntaria donde no me pique. Pero esto tiene un significado, y es que el picazón en este caso es la ciencia. La alusión de rascar es satisfacer este hambre de conocimiento científico, pero que no necesariamente lo buscamos de manera voluntaria. Intelectualmente pasa lo mismo, rascamos en lo que nos interesa, pero el secreto es interesarnos de lo que no pensamos que lo haríamos, y cómo hacemos esto, a través de la intuición y el dinamismo.

 

 

 

Trayectoria y proyectos de Peré Estupinyà

Por: Linda Chiriap

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

RevelaCiencia, 2015.

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